ESTAS SON SUS BASES:
martes, 17 de octubre de 2023
jueves, 25 de noviembre de 2021
GANADORES CONCURSO DE RELATOS "MUTANTES EN EL INSTITUTO"
YA TENEMOS GANADORES DEL CONCURSO DE RELATOS "MUTANTES EN EL INSTITUTO
¡¡MUCHAS GRACIAS A TODOS POR PARTICIPAR Y ENHORABUENA A LOS GANADORES!!
CATEGORÍA I: GANADORA: FÁTIMA ÁLVARO HERNÁNDEZ, 2º ESO
CATEGORÍA II: GANADORAS EX AEQUO: CARMEN PADILLA PABLOS, 1º BACHILLERATO, Y LAURA FACENDA ESTRELLA, 2º BACHILLERATO
CATEGORÍA III:GANADOR: JUAN MARÍA MARTÍNEZ MORENO, PROFESOR DEL IES LOUSTAU-VALVERDE
AQUÍ ESTÁN SUS RELATOS:
CATEGORÍA I: FÁTIMA ÁLVARO HERNÁNDEZ, "TAN SOLO UN DÍA"
En tan solo cuestión de una hora, todo se desmoronó. Ahora todos estábamos escondidos, a salvo, y a la espera de que algún golpe o sonido extraño nos indicase que nos habían encontrado. Al menos, a los pocos que quedábamos.
Todo fue muy rápido, pero volvamos al inicio del día, antes de que todo esto sucediera.
Era primera hora, de un jueves como cualquier otro. Todos estábamos muy nerviosos, ya que teníamos una feria de ciencias, y estábamos preparando los últimos detalles de nuestros proyectos. El tiempo transcurrió rápido, hasta la tercera hora. Los pasillos se llenaron de estudiantes de todos los cursos, que se dirigían a la sala múltiple, ya preparada para la ocasión.
Al entrar, lo primero que llamó la atención de todos fue la decoración, ya que Halloween se acercaba, todo estaba decorado con esta temática. La sala estaba llena de estantes con los proyectos de los alumnos que se habían presentado. Poco a poco, todos fuimos tomando asiento.
La sala, estaba atestada, tanto de profesores, como de alumnos impacientes y curiosos. Al frente de la sala, estaba la mesa del jurado, quienes ya estaban preparados para empezar.
Todo transcurrió según lo previsto. El proyecto ganador fue el de una chica, que había creado una pequeña máquina, que absorbía la ondas cerebrales, y las transformaba en energía. El único problema, fue que el pequeño depósito de la máquina, empezó a echar humo, y explotó, esparciendo un curioso líquido verde por todas partes. Los profesores situados a ambos lados de la sala, se acercaron a recogerlo, y aunque la chica insistía en que nadie se acercase al líquido, nadie le hizo caso.
El timbre sonó, indicando el inicio de otra clase. Todos nos dirigimos a nuestras respectivas aulas, y ahí fue cuando comenzó todo.
El profesor de lengua, llegó algo tarde, y cuando llegó, lo primero que hizo, fue pasar lista. Todo era como siempre, hasta que comenzó a toser. Estuvo un par de minutos tosiendo, hasta que se bajó la mascarilla para beber agua, y entonces fue cuando lo vimos. El profesor, tenía la mascarilla por dentro, manchada del mismo líquido verde que había salido de la máquina de aquella chica, cuando explotó. Él, comenzó a toser, cada vez más fuerte, hasta que su cara se empezó a tornar de un ligero tono azulado. De repente, dejó de toser, y salió corriendo, hacia la puerta, la abrió, y se fue rápidamente por el pasillo, en dirección a la sala de profesores. Pasaron varios minutos desde que el profesor dejara la clase, cuando escuchamos un alarma.
Esta, no se parecía a la alarma de incendios, y mucho menos al timbre que anunciaba el fin de cada clase, más al contrario, era un sonido profundo, y tétrico.
La voz del director resonó por megafonía. Se le escuchaba hablar clara, y nerviosamente, como si algo le asustase. Dió unas instrucciones muy claras, y dijo que todos y cada uno de los alumnos debíamos cerrar las puertas y las ventanas de nuestras clases, y quedarnos dentro con nuestros respectivos profesores. Dicho esto, la alarma dejó de sonar. Uno de nuestros compañeros, se acercó a la puerta, se asomó al pasillo, y apenas pasaron unos segundos, cuando comenzó a gritar. Todos nos acercamos, y lo que vimos nos dejó helados.
En el medio del pasillo, había una figura, casi humana, cuyos rasgos faciales no se distinguían muy bien, y cuya piel era de un tono azulado. El extraño ser, avanzaba lentamente por el pasillo, dejando tras de sí un rastro de una sustancia verde y viscosa.
La voz del director volvió a resonar por los pasillos, sacándonos de nuestro ensimismamiento. Me acerqué a la puerta, y con un rápido movimiento la cerré.
Así, transcurrían los minutos. Todos estábamos asomados a las ventanas, ya que no las habíamos cerrado porque esa podría ser una forma de saber lo que sucedía en el exterior. De repente, la puerta comenzó a sonar. No sabíamos si abrir o no, hasta que escuchamos la voz de la profesora de francés.
Dudamos durante unos cuantos segundos, y finalmente abrimos la puerta. Ella parecía desesperada. Entró a la clase, y comenzó a explicarnos todo lo que sucedía. Nos explicó que el líquido verde de la maquina de aquella chica resultó ser un producto altamente tóxico, que provocaba mutaciones en las personas. Así que aquella cosa que vimos por el pasillo era uno de los muchos mutantes que ahora vagaban por el instituto. La profesora nos explicó que siguiendo las órdenes del director, cada grupo debía juntarse con los demás compañeros de su curso, y dirigirse a la sala más cercana a la próxima salida.
El pasillo principal de nuestro edificio estaba lleno de esos extraños seres. Salimos de clase, y corrimos por el pasillo. Apenas llegamos al gimnasio, escuchamos las voces de algunos de nuestros compañeros. Los profesores entraron en pánico; aquellos extraños seres habían empezado a correr detrás de los otros alumnos, y habían acorralado a un grupo en una esquina del pasillo. Las criaturas comenzaron a abalanzarse sobre ellos, y pudimos observar con horror, como aquellos chicos poco a poco se iban empezando a convertir en mutantes. Los demás corrieron por el pasillo, aunque muchos de ellos quedaron atrás. Los profesores que nos acompañaan entraron, y cerraron la puerta del gimnasio.
Hubo un largo silencio, hasta que volvimos a escuchar la voz del director por megafonía. Según dijo él, aquellos seres estaban desarrollando una gran agresividad hacia todo aquello que se moviese.
Pasamos varias horas, encerrados en el gimnasio. Lo único que sabíamos, era que algunos de estos mutantes habían escapado del instituto, y estaban sueltos por el pueblo, y además, cuando dieron los avisos de haber visto las primeras criaturas, empezaron a evacuar a las personas del pueblo.
Probablemente a estas horas, ya no quedase nadie, aparte de nosotros claro. Escuchamos unos fuertes golpes en la puerta, y entonces el director volvió a hablar, esta vez con desesperación. Nos dijo que saliéramos del instituto cuanto antes, que huyesemos. Un profesor abrió la puerta trasera, y todos corrimos hacia las escaleras, justo cuando las criaturas tiraron la puerta abajo. Ahora sí, nos tocaba correr. Corrimos todo lo rápido que podíamos, ya que éramos muchos. Algunos se tropezaban y eran alcanzados por las criaturas, y otros corrían demasiado lento, acabando con la misma suerte. Llegamos a la puerta trasera, que por desgracia estaba cerrada, así que nos tocaba trepar. Escalamos por los barrotes, y logramos salir. Corrimos, y corrimos todo lo lejos del instituto que pudimos. Ahora, estamos a salvo, pero no sabemos por cuánto tiempo.
CATEGORÍA II: CARMEN PADILLA PABLOS, "(CASI) HUMANO"
Allí, refugiado como podía tras uno de los minúsculos armarios del pasillo del viejo instituto
abandonado, los rugidos habían dejado de escucharse con tanta fuerza, pero aún llegaban
hasta sus oídos los lastimosos lamentos de la bestia. A pesar de ser fieros, aterradores,
parecían encerrar la pena de un alma destrozada.
En su mano solo tenía aferrado el afilado cristal que hacía un rato había atravesado la carne
de su abdomen, de cuya herida aún manaban finos ríos de sangre pese a haberla tapado
con un pañuelo. Pero, al contrario de lo que podía parecer, no sentía dolor alguno.
Se levantó fuera de su escondite, y se asomó despacio, temeroso de lo que pudiese
encontrar. Lo que vio fue una extraña silueta negra que también le miraba. Si se esforzaba
llegaba a verlo con claridad. No tenía nariz, ni ojos, ni siquiera boca. Solo una negrura
profunda e infinita que hacía que la oscuridad que les rodeaba pareciese más blanca que
nunca. Estaba inmóvil; parecía esperar algo.
Y en ese momento exacto se cansó de tenerle miedo. Lo mataría. Lo mataría antes de que
aquello lo matase a él.
Comenzó a caminar. Sus pies se aceleraban a cada paso que daba.
Al otro extremo, aquel ser también echó a andar. Cada vez más rápido. Cada vez más
amenazante.
Los pasos acelerados del chico se convirtieron en trote. Ya cerca, la bestia también corría.
La distancia que los separaba ya era mínima. Él levantó su mano. En ella estaba el cristal.
Su única arma. Su única oportunidad. No podía fallar.
Pero aquello, fuera lo que fuese, también había levantado su mano. También había algo en
ella, algo afilado.
Ambos se prepararon para atacar. Él tomó impulso. Saltó hacia delante y su grito de rabia
se mezcló con otro de los rugidos casi humanos de la bestia.
Y entonces chocó con el enorme espejo del final del pasillo.
CATEGORÍA II: LAURA FACENDA ESTRELLA, "MUTANTES EN EL INSTITUTO"
Esto que os voy a contar no es algo que haya ocurrido antes, es la primera vez que sucede así que estaos atentos a lo que va a comenzar.
La historia comenzó el día que llegué a este instituto, que como os imaginareis es un instituto normal y corriente, como el vuestro. Pues no, no es como pensáis. Nada más entrar el primer día me di cuenta de que no iba a ser un curso normal, había alumnos volando por los pasillos, teletrasportándose de un lado a otro del pasillo e incluso había alguno asando nubes con un rayo láser que le salía de los ojos. No me imaginaba en dónde me había metido. Perdón, no me he presentado, soy Nime, y he llegado nueva a este pueblo y me he inscrito en un instituto para mutantes.
Todo comenzó el día que mis padres me dijeron que por motivos de trabajo teníamos que mudarnos a Bune, este pueblo tan oculto a los ojos de los humanos normales como tú y como yo. Lo que yo no sabía era en qué trabajaban mis padres verdaderamente, sabía que eran médicos pero no tenía ni idea de los experimentos que hacían. Bueno, me estoy adelantando a los acontecimientos. Prosigamos con la historia.
Llegué al pueblo en verano y hacía demasiado calor como para querer salir de casa así que no conocí a nadie hasta que comencé el instituto y no me di cuenta de en qué me había metido. Todo el mundo sabe de la existencia de los mutantes, por muy inusuales que sean, quiero decir, todos sabemos del experimento fallido que sucedió en Trian, la ciudad central del país, que provocó un cambio en el aire del país, de tal forma que a algunas personas les provocara un cambio interno desarrollando algún tipo de “superpoder”, pero también sabemos que prefieren esconderse, ya que los pocos que han salido a la luz han sido capturados y llevados al laboratorio donde se produjo el experimento, ya que eran diferentes y para la sociedad ser diferente es malo. Lo que no todo el mundo sabe es que los mutantes se pueden reconocer entre sí, esto lo he descubierto recientemente. Cuando un mutante mira a otro ve un halo de luz amarilla alrededor de este. Otra cosa que nadie sabe, solo mi familia, y ahora vosotros, es que han conseguido agruparse en pequeñas poblaciones que les permite seguir viviendo en la sombra, refugiados de los verdaderos monstruos que son los humanos.
Cuando entré en el instituto todos comenzaron a intimidarme, amenazarme e incluso alguno se atrevió a empujarme, pero eso me daba igual, ya que no era algo nuevo para mí. Siempre he sido la nueva rarita que siempre estaba sola y a la que trataban mal. Pensé que este nuevo curso iba a ser igual al resto respecto a compañeros abusones, hasta que apareció un chico poco más alto que yo, con ojos azules y lo que yo creía que era cabello pelirrojo pero a medida que se acercaba me di cuenta que eran llamas. Alejó a todos los abusones de mí y me llevó con él, su nombre era Dento, y me dijo que no quería que por ser normal se metieran conmigo. Como he dicho antes para la sociedad lo diferente es malo, y en una sociedad de gente diferente ser normal, osea yo, era lo malo. Me llevó al despacho del director para aclarar mi inscripción allí y comentó que ya sabía de mi condición.
Dento me acompañó a mi clase y antes de irse echó un vistazo a los mutantes con los que estaba en clase, decía que eran insignificantes, que no tenían nada que hacer contra él, y me lo creí, cómo no hacerlo, desde que lo vi sentí una conexión mágica, difícil de explicar. Comenzamos la clase con normalidad y yo solo estaba deseando que llegara el recreo para poder ver a mi salvador de mirada helada, en clase me sentía sola, era diferente para ellos y me tenían, no sé, miedo quizás, y no se acercaban a hablarme, y si yo lo hacía ellos se alejaban. Cuando me encontré con Dento descubrí que él también estaba solo y le daba igual. De él he aprendido muchas cosas, y esa es una de las más importantes, que no me importe estar sola, me ha ahorrado mucho sufrimiento en lo que llevamos de curso.
Conocerle me ha hecho darme cuenta de cómo es la sociedad, tanto la mutante como la humana a secas, al fin y al cabo es la misma sociedad. Cuando les conté a mis padres que había hecho un nuevo amigo rápidamente se interesaron por él y sus poderes, tanto que me obligaron a llevarlo a comer al día siguiente a casa tras el instituto.
Cuando se lo conté a Dento estaba ansioso por conocer a mis padres, decía que cuanto antes conociera a sus futuros suegros antes pasaría ese mal trago. Y razón no le faltaba, yo estaba loquita por él, y vosotros me diréis, pero Nime, cómo te has enamorado de un completo desconocido en tan poco tiempo. Bien, os lo diré, él y yo nos conocemos desde siempre, siempre ha estado en mi vida, en más o menos medida y le perdí la vista cuando se produjo lo del experimento, y ahora entiendo el porqué.
Llegamos a casa y mis padres lo recibieron con los brazos abiertos, al saber que era Dento se alegraron muchísimo de nuestro reencuentro, al parecer siempre les había caído bien. Después de comer tuvimos una charla algo extraña, mi padre no dejaba de hacerle preguntas y mi madre apuntaba todo lo que Dento decía. Al parecer estaban haciendo una investigación sobre los mutantes, querían comprobar si las mutaciones eran hereditarias o “contagiosas” en algún sentido, querían averiguar si ellos mismos podrían llegar a tener una mutación utilizando ADN de mutante. Sabía que eran médicos, pero no que estuvieran completamente locos. Quiero decir, la sociedad en la que vivíamos discriminaba a los mutantes por ser “superiores” de alguna forma y ellos querían convertirse en uno de ellos.
Dento, queriendo agradarlos, dejó hacerse diferentes pruebas con tal de que lo aceptaran. Al día siguiente, comenzaron las bromas pesadas en el instituto, trataban de intimidarme allí por donde pasaba, pero tal y como Dento me enseñó me pasee con la cabeza alta, ignorando sus burlas, y al ver que no me afectaban me dejaron en paz. Con el paso del curso se fueron acostumbrando a mi presencia pero no faltaba aquel que recelara de mi “lealtad” hacia ellos, típico de las personas, no confiaban por mucho que ya hubiera demostrado. Cómo iba a delatarlos si estaba saliendo con uno de ellos, sí, al final Dento se me adelantó y me propuso ser su novia, y cómo no, acepté. El curso puedo resumirlo fácilmente, aprendí lo que debía aprender, me hice amiga de quien no me temía y las bromas pesadas seguían, en menor medida pero seguían, mis padres seguían con sus experimentos y en la última semana del curso obtuvieron los resultados que esperaban, convertirse también en mutantes. Me dieron la oportunidad de convertirme yo también, pero no era capaz de decidirme. Si me convertía en uno de ellos ya no se meterían conmigo, sería igual que ellos y tendría un pequeño superpoder, todo eso sonaba muy bien pero, perdería lo que me hacía especial en un lugar lleno de rarezas, me convertiría en uno de ellos y no destacaría más, perdería mi esencia.
Al final, mis padres me convencieron para ser una de ellos, era por mi bien decían. Cuando llegué a clase después de mi conversión todo cambió, todos querían saber de mí, nadie se metía conmigo, aquella situación me abrumaba. A todos aquellos que querían conocerme ahora que era igual a ellos les di calabazas, al fin y al cabo si no quisieron conocerme como era antes, ahora era yo la que no quería conocerlos. Me discriminaron por ser diferente, se metían conmigo por no ser como ellos, y al ser yo ahora igual que ellos sí que les interesaba, estaba indignada. Iban a probar ahora de su propia medicina. Todos aquellos que me hablaban ahora al ser mutante también no recibieron más que una respuesta muy gélida, los convertí en estatuas de hielo con mi aliento, pero por poco tiempo ya que el punto era dejarles claro que el que fuera como ellos no significaba que fuera a ser amiga suya, no que me fuera a convertir en su enemiga, como me veían al principio.
Quería hablaros de esta experiencia porque la discriminacion del diferente es algo que pasa bastante hoy en día, tanto con mutantes como no mutantes y es algo que no debería suceder, en el fondo todos somos humanos, todos tenemos un cuerpo y estamos formados de materia. Es nuestra forma de ser, nuestras cualidades y defectos, nuestras habilidades lo que nos diferencia de los demás y eso no debe hacer que nos ignoremos o insultemos los unos a los otros, hay que respetarse tal y como somos todos.
Bueno pequeño público, hasta aquí llega mi relato. Y recordad, no hay que aislar a los que son diferentes a vosotros, podéis aprender mucho el uno del otro.
CATEGORÍA III: JUAN MARÍA MARTÍNEZ, "¿HAY ALGÚN MUTANTE EN EL LOUSTAU?"
Me di cuenta cuando estuve en el desayuno de Halloween, en el comedor terrorífico de Restauración. Anteriormente a ese día sospechaba algo, pero nome lo podía ni imaginar. En el instituto Loustau-Valverde de Valencia deAlcántara había un ser muy extraño. Y fue precisamente el viernes pasadocuando pude observarlo a la luz de las velas. Con esa decoración tan fúnebre,tal vez inspirada en los lúgubres castillos de Transilvania y cuando servían esos desayunos con aspecto nauseabundo y sanguinolento. El mayordomo me condujo a la siniestra sala, mas él no era mi objetivo, su desdibujado maquillaje lo delataba y se trataba de una mera actuación para crear ambiente.
Una vez acomodado en mi mesa, previamente reservada, me quedé helado. Sí, estaba allí, sentado frente a mí. No podía negarlo, sus ojos inyectados en sangre, esa tez tan pálida, su cuerpo parecía un saco de huesos por su extrema delgadez y su voz. ¡Qué voz! Los sonidos que salían por su boca parecían venir de ultratumba, un intenso escalofrío me recorrió todo cuerpo al escucharlo. No parecía mi compañero de departamento de tantos años, estaba irreconocible, no obstante era él. Sus ademanes de siempre, sus chascarrillos, su forma de caminar, sus pensamientos... Era él, sin duda... ¿Qué hacía este ser en el instituto? ¿Cuál era su misión? Estando absorto en mis pensamientos, no me di cuenta de que me observaba atentamente. ¿Tal vez se percató de que lo había descubierto? Reaccioné enseguida e improvisé un tema de conversación. Los comensales se incorporaron a la charla y pasé el trance como pude. Parece mentira que en un ambiente propicio, con una música adecuada al momento y una iluminación tan tenebrosa hicieran posible que nuestro extraño ser se sintiera como en casa y se relajase en sus costumbres habituales. Se levantó al baño y le seguí por dos razones; una de ellas porque la situación despertó en mí una necesidad fisiológica y otra porque necesitaba quitarle la máscara. Cuando entré en el servicio, casi me desmayo, intenté gritar, pero la voz no me salía de la garganta.
Pude observar durante unos segundos como se miraba al espejo y la imagen que reflejaba era la de un cadáver; un auténtico esqueleto, sus cuencas de los ojos vacías con insectos que entraban y salían sin cesar y de la comisura de sus labios brotaban hilos de sangre de un roedor que acababa de engullir, parece ser que el desayuno que servían era demasiado light. En mi mente confusa seguía martilleándome la maldita pregunta. ¿Qué pretende este ser en nuestro centro?
Salí del baño a toda prisa olvidando mis propias necesidades y me acomodé en mi sitio, saboreé una especie de zumo que intentaba emular a la sangre humana y caté un canapé que parecía un féretro. Mi compi volvió a la mesa, ya con mejor aspecto, sin embargo a mí ya no me engañaba.
Terminé de desayunar, me despedí de los comensales y me fui corriendo a investigar. Acababa de recordar que hubo algunas desapariciones de alumnos en el instituto años atrás y nunca se supo nada. Comprobé que eran alumnos sobresalientes en nuestras materias y que frecuentaban el departamento con asiduidad. Me dispuse a escudriñar cada rincón de la sala y detrás de un panel con fotografías de autores y obras literarias pude apreciar unas leves salpicaduras de sangre y marcas de arañazos en la pared... Estaba tan impresionado por el descubrimiento que no presté atención a la puerta y allí estaba. Parecía un espectro con una mirada amenazante y unas manos que parecían querer estrangularme.
_ ¿Qué buscas compañero? _ Me dijo._ Atemorizado le contesté que estaba ordenando un poco para hacer hueco a los ejemplares comprados en la feria del libro.
_ ¿Te ayudo? _ Me contestó._ Inmediatamente le dije que sí porque quería conocer sus intenciones. Al escuchar esto, me cogió por el cuello y me levantó dejando mis pies a dos metros del suelo.
_ ¿Qué haces? ¡Suéltame!_ le dije con una voz imperceptible.
_ Sabes demasiado y te unes a mí o acabo contigo.
Moví, como pude, mi cabeza asintiendo con el fin de obtener más información.
Al fin pude saber que pretendía formar un grupo de escritores románticos suicidas; él se quitó la vida por un amor no correspondido y le lavaba el cerebro a sus condiscípulos con este fin. Mientras me contaba todo esto, mi cabeza cavilaba para intentar escapar y deshacerme de este ser, de este mutante que era un peligro para toda la comunidad educativa.
Distraído con mis tribulaciones, su apariencia normal, la de un profesor de instituto, había desaparecido y se convirtió en un monstruo gigante, huesudo, su carne de color parduzco verdoso, putrefacta y maloliente.
_Únete a mí, sé útil, seremos muchos y conquistaremos el mundo. _ Me decía.
Mi contestación fue tirarle encima el inmenso tablón de autores y obras de la pared y lanzarle la edición del Quijote más antigua y más densa del departamento. Con el radiador de la compañera, más friolera del instituto, conseguí chamuscarlo y convertirlo en cenizas.
¡Victoria! Acabé con él... mas la historia no ha finalizado porque quién nos asegura que no ha conseguido convertir en mutante a algún alumno, profesor o a cualquier persona del instituto. ¡Ayudadme a desenmascararlo!
¡¡MUCHAS GRACIAS DE NUEVO POR PARTICIPAR Y ENHORABUENA A LOS GANADORES!! ¡¡AH, Y... MUCHO CUIDADO CON LOS MUTANTES!!