Se aproxima la celebración del DÍA DE LAS BIBLIOTECAS, que tendrá lugar el día 24 de octubre. Para reflexionar sobre la importancia de estos lugares mágicos, os dejamos el PREGÓN de este año, escrito por el poeta y gestor cultural DANIEL CASADO:
I. EL NIÑO
Lo primero que el niño oyó, entreabierta apenas la pesada puerta de la biblioteca, fue un largo y molesto “Shhhhhssssss”. Gélida voz de gendarme. Atrabiliaria figura de fondo sepultada entre tomos. Cicerone municipal amedrentando a los más pequeños. Había en aquella mirada inquisidora un único mandato: ¡Silencio! Leer fue, desde el comienzo, uno de los atributos del silencio.
Sí, el niño conoció las horas muertas en la biblioteca de su pueblo. Compartió el estudio y los deberes con compañeros de clase cuyos nombres no ha olvidado. Leyó, por fin, más tarde, aislado ya de todo, los párrafos y versos esenciales que ya nunca lo abandonarían (¡Oh, capitán, mi capitán!). Descubrió un mundo insólito, una aventura a cada página, perplejo lector que de Astérix y Obélix pasa sin remilgos a Delibes, a Llamazares, a Gala,
descubriendo en su camino la vibrante hermandad de las palabras.
La biblioteca como recinto, la biblioteca como espacio consagrado al silencio interior, ha sido la mejor herencia de aquella pobre alma que jamás compartió una lectura ni propuso un sólo autor que llevarnos a casa.
Los ecos, sin embargo, estaban ya dentro del niño. Las risas surcaban libres las páginas de aquellos tebeos de Bruguera, de los tomos de Super Humor con las historietas de Mortadelo y Filemón, Carpanta, Zipi y Zape, Pepe Gotera y Otilio, el botones Sacarino… y su favorita de todas, 13 rue del Percebe, regalándole un placer y un humor que aún perduran. La risa -supo más tarde- es la más temible y temida de las virtudes terrenales: el códice que protegían Guillermo de Baskerville y el joven Atso en
El nombre de la rosa trataba sobre los efectos de la risa y la comedia. Umberto Eco lo camufló en el segundo tomo de la
Poética de Aristóteles.
En esa feliz ambrosía de voces, el niño vivió unas cuantas vidas más.
Luego creció.
I. EL LUGAR DEL OTRO
“La biblioteca es el lugar donde se descubre al otro”, afirma Gonzalo Moure. El otro que nos reafirma y nos libera de ser solamente quienes somos. El que vive por nosotros experiencias que de otro modo jamás llegaríamos a conocer: el Naitilus preparándose para una nueva inmersión; Don Quijote a lomos de Rocinante, dispuesto una vez más a “desfacer entuertos”; el olor indescriptible del jardín del Edén; los siete círculos del Infierno, que el Dante vio y cantó para Beatrice; las travesuras de Daniel, el mochuelo, que se cruzaban con las andanzas de Alfanhuí; la mirada de san Manuel bueno mártir, silenciosa y tierna; la tarde en que Aureliano Buendía fue llevado por su padre a conocer el hielo; el bueno de Flaubert asegurándonos que “Madame Bovary c'est moi”; una rúa lisboeta por la que cruza ahora un oficinista en dirección a un estanco… y así podríamos seguir hasta fundir y confundir
nuestras propias experiencias con aquellas que sólo existieron en la imaginación de sus autores y autoras. Leer es vivir dos veces, dijo alguien. No le faltaba razón. Pero se quedó corto. Leer es vivir hacia adentro.
III. GEOGRAFÍAS IMAGINARIAS
“Como usted sabe, -afirma Alberto Manguel- nuestras geografías son todas imaginarias. Los lugares existen según lo que nos han contado sobre ellos, la realidad física sirve para disuadirnos de que un lugar era como nos lo habían contado”. Este mismo principio podemos aplicarlo a los prejuicios y a las ideologías, a los dogmas y axiomas de cualquier naturaleza. Cuando damos algo por sentado creamos una realidad limitada. Es necesario, por tanto,
revisarla, contrastarla y ampliarla en la medida en que esa misma realidad se muestra cambiante. La lectura es la herramienta que impugna toda verdad absoluta. El buen lector, la buena lectora, se vuelven relativos, descubren que no somos nada originales, que ya otros experimentaron nuestras pasiones, miedos y sueños mucho antes que nosotros.
Por más que resulte tópico asemejarla a un templo, lo cierto es que toda biblioteca tiene algo de lugar sagrado. De recinto donde la mente fugitiva puede acogerse a sagrado, suspender la acción implacable de la justicia, impugnar todo discurso. Porque es precisamente en las bibliotecas donde el conjunto del conocimiento humano, con sus leyes morales, sus ideologías políticas, sus principios filosóficos o sus teorías científicas, se cruzan y se resumen en un continuo “siga usted buscando”.
IV. LOS SERES-LIBROS
Somos seres-libros. Acumulamos las vidas no vividas, los nombres intercambiables de héroes y heroínas, de pobres almas o de altivos dioses, con los que alguna vez el destino nos identificó. Junto a las otras páginas, las de la herida y el deseo, las del terror y la nostalgia, las del desamor y el misterio… en las que nos sumergimos en completo abandono, cautivados por su lectura, forman ese cosmos que somos: un universo de universos, nos dirá Rubén Darío. Lectores y creadores a un tiempo, nuestras lecturas conforman, a su manera, una biblioteca esencial de la vida, ese título oficial que ninguna otra escuela puede ofrecernos. La lectura es un acto de creación permanente, afirma Daniel Pennac, así que construye tu biblioteca. Suéñala. Créala en ti. Acoge en tu interior otras ideas, otras maneras de pensar, otros conocimientos que dialoguen o rebatan lo que hasta ahora tenías por cierto. Aspira a tu mejor versión, proyéctate a través de la lectura y tu mundo se ampliará más allá de los sentidos. Descubrirás que la música es matemática y el universo armonía. Que todo rige en órbita celeste de manera perfecta según tu pensamiento… Que tú marcaste los límites de lo posible y lo real.
Y, puesto que un libro es todos los libros, encontrarás el modo de volver al origen. Recuerda: las bibliotecas son lugares siempre a la espera. Ya vuelves a ser quien fuiste. Aunque sigas sin saber nada de nada, ahora al menos sabes esto.