miércoles, 3 de febrero de 2016

EL CICLO ARTÚRICO. Alejandro Motto Bergas


Como se acerca San Valentín, publicamos a continuación un trabajo de Alejandro Motto Bergas, que cursa 1º de Bachillerato en el IES Loustau- Valverde. El trabajo es de la asignatura Lituratura universal y es un análisis de las relaciones amorosas presentes en la materia de Bretaña.

Enhorabuena Alejandro, por este trabajo!



Literatura universal

EL CICLO ARTÚRICO
Breve análisis de las relaciones amorosas presentes en la materia de Bretaña.




Alejandro Motto Bergas
1º de Bachillerato
Grupo A
ÍNDICE.


  1. PRÓLOGO……………………………………………………………………………............ 3
  2. GAWAIN Y LADY RAGNELL: LA IDEALIZACIÓN DEL AMOR…………………........…. 4
  3. ARTURO, GINEBRA Y LANZAROTE: LA REALIDAD DEL AMOR……………..........….. 5
  4. TRISTÁN E ISOLDA: EL AMOR EXCUSADO………………………………  ....    ….…... 8
  5. EREC Y ENID: EL AMOR DOMÉSTICO…………………………………………...……… 9
  6. PERCEVAL Y BLANCAFLOR: EL AMOR SACRIFICADO……………………..…….… 10
  7. CONCLUSIÓN…………………………………………………………………………….. 11
  8. BIBLIOGRAFÍA…………………………………………………………………………….. 13



  1. PRÓLOGO.


En los siguientes apartados serán brevemente expuestos y comparados los amoríos y relaciones conyugales de los principales personajes de la saga conocida como “el ciclo artúrico” y enmarcados en un análisis comparativo según las distintas visiones del amor y las relaciones amorosas desde el Medievo hasta nuestros días. La presentación englobará las parejas de Gawain y Lady Ragnell, Percival y Blancaflor, Tristán e Iseo, Erec y Enid, Lanzarote y Elaine y el triángulo amoroso formado por Lanzarote, Arturo y Ginebra.
Las relaciones amorosas en el ciclo artúrico están principalmente influenciadas por la herencia mixta que recibe tanto del cristianismo occidental como del paganismo celta, retratando un mundo y una sociedad en la que los participantes aspiran a alcanzar la virtud mediante la guerra, el vasallaje y los valores caballerescos, o se dejan manipular y vencer por fuerzas destructivas que escapan a su comprensión; dejando bien definidos el bando de la virtud y del vicio, de la luz y la oscuridad; aunque contemplando pequeños matices de dualismo como la presencia de elementos mágicos no necesariamente perniciosos como la figura del mago Merlín. Los personajes están a menudo cargados de estereotipos de rectitud moral y cualidades extraordinarias que les alejan de la mortalidad y de los fallos de la misma, y es en el amor en la única faceta en que se les puede atribuir cualidades y errores puramente humanos.
Las mujeres, en concreto, son presentadas como objetos del amor de los caballeros, que compiten y se enfrentan a innumerables y mortales pruebas para conquistarlas, a menudo teniendo que valerse de una combinación de ingenio, valor y honestidad para conseguir su objetivo; mientras éstas permanecen tras cualquiera que sea la barrera que se les impone, bien sea el dominio despótico de un padre, o una maldición que debe ser burlada y rota.
Las diferentes presentaciones del amor que se pueden observar en las distintas relaciones difieren entre sí en determinados matices aunque partan de una base muy similar, y los aspectos más característicos de estas son los que serán analizados en pos de encontrar nexos comunes entre ellas, y entre el amor como concepción, y la posición del amor entre lo virtuoso y lo decadente en la escala presentada por este tipo de relatos y novelas.





  1. SIR GAWAIN Y LADY RAGNELL: LA IDEALIZACIÓN DEL AMOR.


La relación presentada entre el leal caballero y sobrino del Rey Arturo y la dama conocida como Lady Ragnell no comparte demasiados rasgos característicos en comparación con sus análogas, y se basa en ciertos aspectos que se repiten durante toda la materia de Bretaña y las novelas de corte caballeresco; siendo los dos fundamentales la lealtad hacia el señor, y la pureza y bondad transparentes en lo referente a la moral del caballero. También se vale de un tópico común en la literatura de la época, el de la “Loathly Lady”, o literalmente “mujer odiosa”, que presenta a una mujer de características desagradables o bien física o bien personalmente como producto de una maldición y que debe ser rescatada por el caballero andante que rompa la maldición y la haga bella de nuevo.
Existen dos versiones del relato sutilmente diferentes, estando una recogida en el poema del siglo XV “La Boda de Sir Gawain y Lady Ragnell”, y la otra en la balada artúrica “El Matrimonio de Sir Gawain. Ambas difieren solo en el comienzo y la presentación de la escena inicial que llevará al nudo del relato. En el primero, estando el Rey Arturo en una jornada de caza y separándose del grupo al acecho de un ciervo, es asaltado por un caballero de aspecto imponente y temible que se presenta como Sir Gromer Somer Joure, que le propone, o más bien le impone un acertijo a cambio de su vida; mientras que en el segundo, una doncella pide socorro por el asedio que la propiedad de su familia ha sufrido por parte de Sir Gromer, lo que lleva a la posterior situación del acertijo, que consiste en contestar a una sola pregunta: ¿Qué es lo que una mujer más desea? Tras una larga búsqueda e innumerables consultas, entra en escena el personaje de una vieja errante, Lady Ragnell, que se ofrece a darle a Arturo la respuesta correcta a cambio de desposarse con un caballero apuesto y de buen corazón, el claro estereotipo del caballero blanco, que resulta ser Sir Gawain, ofreciéndose por lealtad a su rey; tras lo cual, la vieja contestará a la pregunta, diciendo “sovereynté”, o, de forma literal, “soberanía”, como el gobierno de las acciones propias y la toma libre de decisiones. Tras esto, Sir Gromer es respondido, la vida de Arturo es perdonada, y el matrimonio de Sir Gawain dispuesto. Llegado el momento de la consumación, Sir Gawain decide ser cortés, y tratar a su nueva esposa como trataría a una mujer hermosa a quien amase, y al alzar la vista, vislumbra a la mujer más bella que jamás hubiese visto en el lugar donde la vieja Ragnell estaba, y ésta le cuenta cómo estaba bajo los efectos de una maldición que la haría fea y desagradable hasta que consiguiese casarse con un caballero como Sir Gawain, y cómo ahora la maldición le permitirá pasar la mitad del día bajo esa apariencia, y la otra mitad bajo la anterior, dándole a elegir a Sir Gawain el momento que prefiera: la noche, que pasarían siempre juntos, o el día, cuando ambos estuviesen separados, a lo que Sir Gawain, cumpliendo de nuevo con su honor como caballero, le ofrece lo que una mujer más desea en el mundo: sovereynté; tras lo cual, la maldición se rompe del todo, permitiendo a Lady Ragnell permanecer joven y bella día y noche.
Cumpliendo con los arquetipos de la mujer odiosa y el caballero andante antes mencionados, el relato sigue paso por paso la presentación del recurso de la “loathly lady”, dejando no mucho lugar a interpretaciones o reseñas al respecto, salvo resaltar la forma en que Sir Gawain, pudiendo conformarse con una esposa bella durante las horas del día en que yaciesen juntos, y desconociendo la totalidad de las condiciones de la maldición de Lady Ragnell, decide mantener su honor y caballerosidad, y cederle la decisión a ella, para que pueda gozar del mayor deseo de una mujer, bajo sus propias palabras. El matrimonio de Sir Gawain y Lady Ragnell, si bien breve según versiones, se presenta como una relación amorosa idílica, que comienza bien, se desarrolla bien, y finaliza bien, con la muerte de Lady Ragnell y el llanto por su pérdida de Sir Gawain hasta el último de sus días. La clave aquí presentada y ofrecida es la pureza como concepto de prevalencia, en que un acto honroso y de corazón solo puede engendrar reacciones puras y bellas, y un acto de egoísmo, de dudosas intenciones, hubiese traído infelicidad a los afectados. Los conceptos de esperanza y fe así como el de la casi santidad del caballero denotan la clara tradición católica que viste a grandes rasgos la tradición literaria artúrica, así como la magia y la hechicería procedentes de la mitología celta añaden las últimas pinceladas a este relato, para una demostración clara y precisa de que la bondad, el honor y la pureza siempre prevalecen sobre la mentira y el deshonor, y de que, como se puede ver en el triángulo amoroso presentado entre Arturo, Ginebra y Lanzarote, el menor resquicio de traición y deslealtad, de error humano, aun por buenos motivos, siempre acaba germinando las semillas de la perdición y la muerte.




  1. ARTURO, GINEBRA Y LANZAROTE: LA REALIDAD DEL AMOR.


Desde el primer momento, la pareja de Arturo y Ginebra es retratada siguiendo la tradición típica de la novela caballeresca: el noble rey, de corazón puro, gran valor e incomparable amor hacia el deber, la lealtad y la justicia; enamorado de una joven lejana de la que nada sabe salvo su incomparable belleza por medio de habladurías. El amor surgido entre el gran rey, héroe y leyenda, y la hermosa princesa es una característica casi mágica, totalmente aleatoria y clara licencia literaria cargada de falta de realismo, muy en alza en este tipo de literatura. Por otra parte, la infidelidad e introducción del personaje de Lanzarote, mejor amigo y vasallo fiel de Arturo en lo que será este triángulo amoroso, si bien dotada a su vez de cierta casuística en cuanto al enamoramiento espontáneo de los dos amantes, aporta ese grado de realismo y mundanidad con que cualquier oyente de la época o lector actual pudiera sentirse identificado: presenta la introducción de la suciedad y el relativismo terrenales en contraposición a lo idílico de una relación de amor cortés medieval, la negación de la divinización de la dama como un ser perfecto e inalcanzable, y del caballero como paladín, recto, inamovible en sus férreos principios y su lealtad hacia su señor y hacia sus amigos y camaradas; es por esto que sería inconsistente y casi vacío analizar la relación entre Arturo y su esposa dejando al margen al único elemento que la aleja de caer en lo manido, en una repetición insulsa y redundante.
El Rey Arturo es siempre ilustrado como el arquetipo de caballero: es apuesto, rubio, de tez clara, fuerte y de gran porte, yendo sus cualidades personales al mismo son: es leal, honesto de acto y de palabra, valeroso, un gran guerrero y un mejor gobernante. Lo tiene todo, es el hombre perfecto, que vuelve claro y esperanzador todo aquello que toca, capaz de volver amigos a los enemigos y volver a estos sus leales vasallos, capaces de dar la vida por él o por su causa sin dudarlo. Entre otras, cabe destacar su capacidad para permanecer como la cabeza, el estandarte de grandeza frente a otros cuyas características son si bien muy similares, ligeramente peores; y no por falta de valía ni por ser Arturo un dios entre los hombres; sino por esa caracterización clásica del protagonista, y ese pequeño peldaño por encima de sus congéneres que le hace brillar con luz propia. Parsifal, Lanzarote o Gawain también cuentan con su propia leyenda, sus propios orígenes, sus propias características que les separan del común de los mortales, aunque Arturo es el rey, el portador de la legendaria Excálibur, y el que, al final, consigue a esa damisela, esa mujer de extraordinaria belleza y grandiosas cualidades, que a su vez resulta ser otra prima inter pares. Son retratadas otras damas de inconmensurable belleza, característica principal de toda dama de leyenda, como Elaine o Ragnell; pero aun con todo, ella seguirá siendo la más, la mejor, aquella destinada al mejor, al único. Es por esto que la intervención de Lanzarote resulta mucho más chocante e iconoclasta en esta pareja. Lanzarote es el elemento mundano, es ese enlace tan particular con la realidad y la imperfección de lo banal, lo terrenal, que, al tiempo de causar la perdición de la amistad con su mejor amigo y del matrimonio de este, provoca, como un castillo de naipes, el colapso de la completa estructura de idealización y buenos valores sobre la que se cimenta el organismo mismo de la mesa redonda, y el reinado de Arturo.
La analogía más clara y cercana, la de la infidelidad incestuosa de Arturo con su hermana, en que incluso llegase a concebir un bastardo, puede ser interpretada como el comienzo del fin, como la semilla de la discordia, o la grieta en la estructura moral de la organización de los caballeros de la mesa redonda, y la estructura moral de todo el ciclo en sí, tomando claramente como los buenos y morales los valores cristianos occidentales y como los negativos y perniciosos los procedentes de la herencia nórdico-celta; aunque, tras un breve análisis, puede llegarse a la conclusión de que el auténtico punto de incisión que provocará la caída moral de Arturo y sus caballeros es nacido de algo mucho más perverso, un mal vírico, capaz de desestabilizar el equilibrio entre bien y mal, moral e inmoral, cristiano y pagano, y no viene de la personificación del mal y la corrupción más evidentes, claro reflejo de esa oposición contra la que el bien supremo debe combatir; sino del comienzo de la debilidad y la inmoralidad venidas de una fuente humana, y no mágica. El error humano, la debilidad de las pasiones y los sentimientos humanos son la auténtica causa de la caída y posterior muerte tanto de Arturo como de todo su legado; y no la magia y las argucias de su hermana, o su usurpador hijo. La debilidad y las pasiones nacidas en un punto tan cercano como la lealtad y la amistad del más leal de los hombres, de los pares de Arturo, humanizado paulatinamente al elegir el amor egoísta, a la leal infelicidad.
Este contraste entre el mal de origen maligno y el mal de origen benigno, puede verse también reflejado en la deshonestidad de la pasión humana por parte de Elaine, cuando decide ataviarse mágicamente como Ginebra para conseguir encamarse con Lanzarote y así librarse de su encierro, al tiempo que se dejaba llevar por otra explosión casi mágica de amor espontáneo y casual. En este caso, la mala decisión trajo la mala consecuencia, el recurrir a remedios mágicos y hechicería, que lleva al subsiguiente engaño y la deshonestidad, reflejados en la tradición artúrica en una contraposición verdad-mentira en que lo verdadero es lo sincero, lo que ataca de frente y por tanto, lo valeroso y honesto; y lo falso son las artimañas, los disfraces y las maldiciones, que engendran engaño, traición y muerte. En este caso, la mentira engañó a Lanzarote que no se dejó seducir por una mujer con quien no quería tener relaciones por lealtad a su voto de celibato y a su verdadera amada, sino que cayó en los brazos de su amante, cegado por el amor y la magia. Elaine es, pues, para Lanzarote lo que Morgana es para Arturo, elementos destructivos en sí, ese mal al que debemos combatir. Es solo en el caso de Ginebra, en que el amor, demostrando ser más poderoso que la lealtad, la razón y el control humanos, abre una pequeña brecha en el equilibrio de poder, que favorece la posterior traición e intento de usurpación del trono de su padre por Mordred, y la consecuente muerte de ambos en la batalla, dando fin a los caballeros de la mesa redonda.
Las acciones de Lanzarote desde el momento en que cae a los pies de Ginebra, cuestionables o no, han sido siempre descritas como consecuencia de su propio amor; no un amor irreal e idílico, sino un amor tangible, un amor palpable, violento, pasional y poderoso, capaz de llevar a un hombre a enfrentarse y asesinar a varios de los que fueron sus mejores amigos, compañeros en armas y hermanos iguales a él al servicio de su rey para lograr salvar a su amada de la hoguera, condenada por traición. Y es que estas son las acciones, esta es la capacidad del verdadero amor, el opuesto al caballeresco, al mitológico y legendario; un amor incalificable e incuestionable, un amor plenamente egoísta al que no se puede tachar de egoísmo, no por conveniencia ni azar.
No es sino hasta la muerte de Arturo, con la subsiguiente devolución de Excálibur, pérdida de Cámelot, y retiro en soledad de Ginebra por la pérdida de su marido, que Lanzarote no vuelve al sendero de la rectitud, ya no guerrera sino asceta y monacal, apagado e inerte como un cascarón vacío tras pasar por él la pasión del amor y el dolor de la pérdida, aniquilando la divinidad y el heroísmo de que hacían gala tanto él como los demás caballeros al comienzo de sus aventuras, y depositándole suavemente en el terrenal y sucio suelo, a la altura del resto de los mortales, apesadumbrado por la culpa, y echando la vista atrás, como Adán tras ser expulsado del Edén por caer en la tentación de la corpórea humanidad. Prueba es de ello su último gesto como el hombre noble que fue en días en acto final de redención, transportando el cuerpo de la mujer que amaba para ser enterrada junto al de su marido y mejor amigo de este: el lugar donde debe estar.




  1. TRISTÁN E ISOLDA: EL AMOR EXCUSADO.


En la leyenda de Tristán e Isolda, ateniéndonos a la versión más popular, Tristán es presentado como un caballero al servicio de un rey, un caballero en el que de nuevo se repiten las cualidades que se le podían atribuir a Lanzarote o Perceval, que, por antojo de su señor, siguiendo un designio del destino, debe ir a buscar a una completa desconocida para poder desposarla. Isolda, por su parte, comparte también todas las características de la princesa arquetípica, su belleza, sus cabellos rubios, su tez pálida… Durante el trayecto, vuelve a plantearse la situación típica en que la magia resulta perjudicial para la honorable moral de los protagonistas, bebiendo Tristán un filtro de amor por error que debía ir dirigido al futuro esposo de Isolda, el Rey Marco, quedando ambos perdidamente enamorados, y comenzando una relación al margen del matrimonio de Isolda. Lo realmente importante sobre dicho filtro sería que el amor que sienten, al ser artificial y mágico, en definitiva, también les inhibe del sentimiento de responsabilidad y culpa que debiera haberles atormentado dadas las circunstancias, por lo que sufren, o disfrutan, de una relación amorosa totalmente cargada de pasión irresponsable y extraconyugal.
El concepto que aquí se baraja es interesante a la hora de contrastarlo con la infidelidad más notoria dentro del ciclo artúrico: la de Lanzarote con Ginebra, ya que, pese a su amor, su relación fue en todo momento un pesar en sus conciencias, y el secretismo y la traición fueron elementos clave que, en mayor o menor medida, mancharon su amor y les impidieron disfrutar de la idealización de ese mismo amor. El amor mágico que experimentan Tristán e Isolda, por el contrario, aunque infiel, manejando el concepto de infidelidad en estos términos como “verdadero amor”, al estar enfrentado al amor por capricho de un rey y la imposibilidad de negarse a esa relación; es un amor ideal, sincero y pasional como lo es el de Lanzarote y Ginebra, aunque correcto, entendiendo en estos términos lo “correcto” como la ausencia de responsabilidad y mala conciencia por el incumplimiento de los preceptos morales establecidos en la época, y más en las relaciones de los caballeros. Sería el amor perfecto, si no fuese por la mala base de la que parte, una base de engaño mágico similar a la de la fugaz relación entre Lanzarote y Elaine, en la que vuelve a mostrarse la magia como elemento de perdición, el mal moral que azota a los inocentes enamorados. Esto plantea la duda de hasta qué punto justifica el amor la acción de los personajes: ¿Fue Lanzarote realmente desleal, o su amor justificaba su deslealtad? ¿Lo puede todo el amor, está por encima de todo valor y todo paradigma moral, de forma atemporal y sin tener en cuenta casta, posición social o económica?
Tristán no fue más que una víctima, al igual que Isolda, y sin embargo, su amor era real, y más allá de toda duda, era más real que el que podía haber sentido hacia su marido. Lo único que puede uno plantear al respecto es: ¿Es Tristán un Lanzarote con el privilegio de la amnistía?




  1. EREC Y ENID: EL AMOR DOMÉSTICO.


La situación planteada en el caso de la relación entre Erec y Enid es bastante particular cuando es vista desde la óptica de las relaciones expuestas hasta ahora: Es una relación que comienza cuando suelen terminar las demás, y que al término, continúa poseyendo las características románticas que podían observarse al principio. Erec y Enid se conocen por una razón totalmente ajena a ellos, se comprometen por una promesa al padre de ella, y se mantienen unidos mediante un amor relajado y pasivo. Entran en la dinámica del matrimonio prácticamente al comienzo de la obra a la que dan nombre, y permanecen fieles el uno junto al otro, disfrutando de su compañía y de la sosegada tranquilidad de la vida en retiro, tras abandonar Erec sus andanzas y aventuras como caballero, la que podría ser la primera parte de su relación. La segunda comenzaría cuando, tras comentarios y habladurías por parte de otros caballeros, decide volver a su antiguo gran amor, esta vez acompañado por el nuevo: volverá a la vida de caballero de mano de su amada Enid, enfrentándose a todo tipo de criaturas y desafíos, y llegando al término tras la muerte del padre de Erec, en que retornarán a su tranquila vida como matrimonio feliz hasta el fin de sus días.
Se presenta en este caso una imagen totalmente distinta de las relaciones amorosas; restando importancia a la fogosa pasión del noviazgo, la incertidumbre de la infidelidad, y la adoración de una dama inalcanzable por parte de un caballero de leyendas; para centrarse en una presentación amorosa cargada de cotidianidad y en la que se muestra un elemento fundamental: la acción igualatoria hacia ambos miembros de la relación al salir Erec junto a su esposa Enid en busca de las aventuras propias de un caballero; lo que convierte esta relación en particular en la menos cargada del machismo de la época, y la única en la que el amor se empieza a mostrar como algo enteramente recíproco, en lugar de como un proceso de adoración y persecución por parte del hombre hacia la mujer. Esto se ve reflejado también en la fidelidad entre ambos, que aunque presente también en romances como el de Gawain y Ragnell, en este caso denota la escasez de necesidad literaria de otorgar un papel culpable o responsable a uno de los dos miembros, evitando así caer en el tópico del amante arrastrando al amante hacia la perdición de ambos.
La representación del amor entre Erec y Enid puede concluirse como todo aquello que las otras parejas hubiesen querido y deseado para sí: una vida en la que poder compartir todo aquello que les es amado con esa persona que les es amada, desde la apacible tranquilidad del hogar, hasta la salvaje aventura, cargada de misterios y peligros, criaturas fantásticas y caminos por recorrer. Erec y Enid son aquella relación envidiable, en que solo importan ambos de una forma sincera y equitativa, lejos de envidias, celos y discordia; y de todos aquellos peligros que se ciernen sobre uno antes de poder ser combatidos.




  1. PERCEVAL Y BLANCAFLOR: EL AMOR SACRIFICADO.


La clásica historia, la última por hacer aparición: la del sacrificio del amor. Sir Perceval se ve envuelto una situación en que demostrar sus dotes de caballero y salvar a la damisela en apuros, Blancaflor. En un principio, Sir Percival se nos presenta como un joven caballero, cauto y callado, que ha dejado atrás a su madre y a su maestro en busca de aventuras. Al encontrarse con el castillo de Blancaflor, decide permanecer en silencio, prudente, hasta revelar al fin únicamente que es caballero, ante lo cual, Blancaflor expone su problema con unos malhechores que pretenden tomar sus tierras y echarla de su castillo. Tras escuchar y finalmente enamorarse de ella, Perceval decide actuar y expulsar a los invasores, obligándoles a entregarse como prisioneros al Rey Arturo, y quedándose con su amada hasta el día en que siente la llamada del deber por lo que dejó atrás, y decide abandonar a su amor en pos de una vida como caballero errante, para posteriormente encaminarse en la búsqueda del Grial.
Esta breve aunque intensa relación refleja la dualidad presente en la vida de cualquier héroe de leyenda, de forma atemporal: amor o deber. En algunos casos está bastante claro, ya que la obligación de todo caballero viene antes de sus propios intereses. Si bien Lanzarote o Erec no dudaron en elegir el amor ante la vida de caballeros, ambos procuraron mantener el equilibrio entre ambos, de forma más o menos acorde con sus principios; Perceval se muestra como alguien que al final, no puede huir de su obligación hacia su juramento. En el momento de partir, la incertidumbre puede inundarle, puede no saber adónde dirigirse, ni con qué objetivo partir, pero, de nuevo, como en el caso de Sir Gawain, la decisión más honesta y de corazón, aun ante el desconocimiento de lo que está por venir, acaba en este tipo de relatos por resultar en un provechoso devenir; siendo el caso de Sir Perceval el que probablemente resulte más provechoso de todos.
Como en las demás relaciones, la felicidad parece venir con el amor solo temporalmente; asociándose este sentimiento con un privilegio que alguien que ha consagrado sus armas y su vida a una causa noble no puede permitirse, y aunque tentando a la suerte, Sir Perceval, como sus compañeros, fue uno más de los que no pudo sacrificar un aspecto tan importante de su ser, de su existencia misma, aun a sabiendas del sufrimiento que le causaría tener que dejarlo atrás.






  1. ANÁLISIS CONCLUSIVO.


Las diferentes visiones del amor aquí resumidas no son más que diferentes interpretaciones para una misma emoción; diferentes situaciones en las que elementos externos como la moral, la lealtad, la mentira o el dolor acaban debilitando o imposibilitando a los usuarios, a los portadores de ese “germen del amor”, reduciéndoles a lo más bajo según sus propias escalas morales, y engrandeciéndolos en otro aspecto. El Rey más justo y fuerte pierde el control de su propio reino; el caballero más leal y recto, se desvía hasta convertirse en un embustero… Y sin embargo, toda aquella felicidad y aquel buen juicio que parecían recibir de sus valores y su estoicismo, no parecían siquiera volver a sus memorias durante el periodo, breve o largo en que sus cabezas estuvieron únicamente ocupadas por la imagen de la amada. De grandes héroes a enfermos de amor, víctimas del corazón, oportunistas viscerales, escurridizos infieles.
El amor, al final, no es más que eso que nunca podrá situarse ni en el buen bando, ni en el malo. No es blanco, ni negro. Contagia a los malvados, y a los puros de corazón; y es por eso que el amor fue la causa de las mayores pasiones de leyendas como los caballeros de la mesa redonda, y también su perdición; es mucho más peligroso que ese mal al que han de enfrentarse cada día, porque este no lo ven, surge desde el interior, y echa raíces en el corazón de cualquiera.



  1. BIBLIOGRAFÍA.


- Les Manuscrits de Chrétien de Troyes, Volumen 1. Edición por Keith Busby.

- Fidelidad e infidelidad amorosa en la materia artúrica hispana. Mª Luzdivina Cuesta, Universidad de León.
- http://es.wikipedia.org
- https://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero40/erecenid.html





4 comentarios:

Muchas gracias por comentar en el blog entrelineasnegras del IES Loustau- Valverde. Tu opinión nos importa.