Como se acerca San Valentín, publicamos a continuación un trabajo de Alejandro Motto Bergas, que cursa 1º de Bachillerato en el IES Loustau- Valverde. El trabajo es de la asignatura Lituratura universal y es un análisis de las relaciones amorosas presentes en la materia de Bretaña.
Enhorabuena Alejandro, por este trabajo!
Literatura
universal
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EL
CICLO ARTÚRICO
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Breve
análisis de las relaciones amorosas presentes en la materia de
Bretaña.
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1º
de Bachillerato
Grupo
A
ÍNDICE.
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PRÓLOGO……………………………………………………………………………............ 3
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GAWAIN Y LADY RAGNELL: LA IDEALIZACIÓN DEL AMOR…………………........…. 4
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ARTURO, GINEBRA Y LANZAROTE: LA REALIDAD DEL AMOR……………..........….. 5
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TRISTÁN E ISOLDA: EL AMOR EXCUSADO……………………………… .... ….…... 8
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EREC Y ENID: EL AMOR DOMÉSTICO…………………………………………...……… 9
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PERCEVAL Y BLANCAFLOR: EL AMOR SACRIFICADO……………………..…….… 10
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CONCLUSIÓN…………………………………………………………………………….. 11
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BIBLIOGRAFÍA…………………………………………………………………………….. 13
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PRÓLOGO.
En
los siguientes apartados serán brevemente expuestos y comparados los
amoríos y relaciones conyugales de los principales personajes de la
saga conocida como “el ciclo artúrico” y enmarcados en un
análisis comparativo según las distintas visiones del amor y las
relaciones amorosas desde el Medievo hasta nuestros días. La
presentación englobará las parejas de Gawain y Lady Ragnell,
Percival y Blancaflor, Tristán e Iseo, Erec y Enid, Lanzarote y
Elaine y el triángulo amoroso formado por Lanzarote, Arturo y
Ginebra.
Las
relaciones amorosas en el ciclo artúrico están principalmente
influenciadas por la herencia mixta que recibe tanto del cristianismo
occidental como del paganismo celta, retratando un mundo y una
sociedad en la que los participantes aspiran a alcanzar la virtud
mediante la guerra, el vasallaje y los valores caballerescos, o se
dejan manipular y vencer por fuerzas destructivas que escapan a su
comprensión; dejando bien definidos el bando de la virtud y del
vicio, de la luz y la oscuridad; aunque contemplando pequeños
matices de dualismo como la presencia de elementos mágicos no
necesariamente perniciosos como la figura del mago Merlín. Los
personajes están a menudo cargados de estereotipos de rectitud moral
y cualidades extraordinarias que les alejan de la mortalidad y de los
fallos de la misma, y es en el amor en la única faceta en que se les
puede atribuir cualidades y errores puramente humanos.
Las
mujeres, en concreto, son presentadas como objetos del amor de los
caballeros, que compiten y se enfrentan a innumerables y mortales
pruebas para conquistarlas, a menudo teniendo que valerse de una
combinación de ingenio, valor y honestidad para conseguir su
objetivo; mientras éstas permanecen tras cualquiera que sea la
barrera que se les impone, bien sea el dominio despótico de un
padre, o una maldición que debe ser burlada y rota.
Las
diferentes presentaciones del amor que se pueden observar en las
distintas relaciones difieren entre sí en determinados matices
aunque partan de una base muy similar, y los aspectos más
característicos de estas son los que serán analizados en pos de
encontrar nexos comunes entre ellas, y entre el amor como concepción,
y la posición del amor entre lo virtuoso y lo decadente en la escala
presentada por este tipo de relatos y novelas.
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SIR GAWAIN Y LADY RAGNELL: LA IDEALIZACIÓN DEL AMOR.
La
relación presentada entre el leal caballero y sobrino del Rey Arturo
y la dama conocida como Lady Ragnell no comparte demasiados rasgos
característicos en comparación con sus análogas, y se basa en
ciertos aspectos que se repiten durante toda la materia de Bretaña y
las novelas de corte caballeresco; siendo los dos fundamentales la
lealtad hacia el señor, y la pureza y bondad transparentes en lo
referente a la moral del caballero. También se vale de un tópico
común en la literatura de la época, el de la “Loathly
Lady”,
o literalmente “mujer odiosa”, que presenta a una mujer de
características desagradables o bien física o bien personalmente
como producto de una maldición y que debe ser rescatada por el
caballero andante que rompa la maldición y la haga bella de nuevo.
Existen
dos versiones del relato sutilmente diferentes, estando una recogida
en el poema del siglo XV “La Boda de Sir Gawain y Lady Ragnell”,
y la otra en la balada artúrica “El Matrimonio de Sir Gawain.
Ambas difieren solo en el comienzo y la presentación de la escena
inicial que llevará al nudo del relato. En el primero, estando el
Rey Arturo en una jornada de caza y separándose del grupo al acecho
de un ciervo, es asaltado por un caballero de aspecto imponente y
temible que se presenta como Sir Gromer Somer Joure, que le propone,
o más bien le impone un acertijo a cambio de su vida; mientras que
en el segundo, una doncella pide socorro por el asedio que la
propiedad de su familia ha sufrido por parte de Sir Gromer, lo que
lleva a la posterior situación del acertijo, que consiste en
contestar a una sola pregunta: ¿Qué es lo que una mujer más desea?
Tras una larga búsqueda e innumerables consultas, entra en escena el
personaje de una vieja errante, Lady Ragnell, que se ofrece a darle a
Arturo la respuesta correcta a cambio de desposarse con un caballero
apuesto y de buen corazón, el claro estereotipo del caballero
blanco, que resulta ser Sir Gawain, ofreciéndose por lealtad a su
rey; tras lo cual, la vieja contestará a la pregunta, diciendo
“sovereynté”,
o, de forma literal, “soberanía”, como el gobierno de las
acciones propias y la toma libre de decisiones. Tras esto, Sir Gromer
es respondido, la vida de Arturo es perdonada, y el matrimonio de Sir
Gawain dispuesto. Llegado el momento de la consumación, Sir Gawain
decide ser cortés, y tratar a su nueva esposa como trataría a una
mujer hermosa a quien amase, y al alzar la vista, vislumbra a la
mujer más bella que jamás hubiese visto en el lugar donde la vieja
Ragnell estaba, y ésta le cuenta cómo estaba bajo los efectos de
una maldición que la haría fea y desagradable hasta que consiguiese
casarse con un caballero como Sir Gawain, y cómo ahora la maldición
le permitirá pasar la mitad del día bajo esa apariencia, y la otra
mitad bajo la anterior, dándole a elegir a Sir Gawain el momento que
prefiera: la noche, que pasarían siempre juntos, o el día, cuando
ambos estuviesen separados, a lo que Sir Gawain, cumpliendo de nuevo
con su honor como caballero, le ofrece lo que una mujer más desea en
el mundo: sovereynté;
tras lo cual, la maldición se rompe del todo, permitiendo a Lady
Ragnell permanecer joven y bella día y noche.
Cumpliendo
con los arquetipos de la mujer odiosa y el caballero andante antes
mencionados, el relato sigue paso por paso la presentación del
recurso de la “loathly
lady”,
dejando no mucho lugar a interpretaciones o reseñas al respecto,
salvo resaltar la forma en que Sir Gawain, pudiendo conformarse con
una esposa bella durante las horas del día en que yaciesen juntos, y
desconociendo la totalidad de las condiciones de la maldición de
Lady Ragnell, decide mantener su honor y caballerosidad, y cederle la
decisión a ella, para que pueda gozar del mayor deseo de una mujer,
bajo sus propias palabras. El matrimonio de Sir Gawain y Lady
Ragnell, si bien breve según versiones, se presenta como una
relación amorosa idílica, que comienza bien, se desarrolla bien, y
finaliza bien, con la muerte de Lady Ragnell y el llanto por su
pérdida de Sir Gawain hasta el último de sus días. La clave aquí
presentada y ofrecida es la pureza como concepto de prevalencia, en
que un acto honroso y de corazón solo puede engendrar reacciones
puras y bellas, y un acto de egoísmo, de dudosas intenciones,
hubiese traído infelicidad a los afectados. Los conceptos de
esperanza y fe así como el de la casi santidad del caballero denotan
la clara tradición católica que viste a grandes rasgos la tradición
literaria artúrica, así como la magia y la hechicería procedentes
de la mitología celta añaden las últimas pinceladas a este relato,
para una demostración clara y precisa de que la bondad, el honor y
la pureza siempre prevalecen sobre la mentira y el deshonor, y de
que, como se puede ver en el triángulo amoroso presentado entre
Arturo, Ginebra y Lanzarote, el menor resquicio de traición y
deslealtad, de error humano, aun por buenos motivos, siempre acaba
germinando las semillas de la perdición y la muerte.
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ARTURO, GINEBRA Y LANZAROTE: LA REALIDAD DEL AMOR.
Desde
el primer momento, la pareja de Arturo y Ginebra es retratada
siguiendo la tradición típica de la novela caballeresca: el noble
rey, de corazón puro, gran valor e incomparable amor hacia el deber,
la lealtad y la justicia; enamorado de una joven lejana de la que
nada sabe salvo su incomparable belleza por medio de habladurías. El
amor surgido entre el gran rey, héroe y leyenda, y la hermosa
princesa es una característica casi mágica, totalmente aleatoria y
clara licencia literaria cargada de falta de realismo, muy en alza en
este tipo de literatura. Por otra parte, la infidelidad e
introducción del personaje de Lanzarote, mejor amigo y vasallo fiel
de Arturo en lo que será este triángulo amoroso, si bien dotada a
su vez de cierta casuística en cuanto al enamoramiento espontáneo
de los dos amantes, aporta ese grado de realismo y mundanidad con que
cualquier oyente de la época o lector actual pudiera sentirse
identificado: presenta la introducción de la suciedad y el
relativismo terrenales en contraposición a lo idílico de una
relación de amor cortés medieval, la negación de la divinización
de la dama como un ser perfecto e inalcanzable, y del caballero como
paladín, recto, inamovible en sus férreos principios y su lealtad
hacia su señor y hacia sus amigos y camaradas; es por esto que sería
inconsistente y casi vacío analizar la relación entre Arturo y su
esposa dejando al margen al único elemento que la aleja de caer en
lo manido, en una repetición insulsa y redundante.
El
Rey Arturo es siempre ilustrado como el arquetipo de caballero: es
apuesto, rubio, de tez clara, fuerte y de gran porte, yendo sus
cualidades personales al mismo son: es leal, honesto de acto y de
palabra, valeroso, un gran guerrero y un mejor gobernante. Lo tiene
todo, es el hombre perfecto, que vuelve claro y esperanzador todo
aquello que toca, capaz de volver amigos a los enemigos y volver a
estos sus leales vasallos, capaces de dar la vida por él o por su
causa sin dudarlo. Entre otras, cabe destacar su capacidad para
permanecer como la cabeza, el estandarte de grandeza frente a otros
cuyas características son si bien muy similares, ligeramente peores;
y no por falta de valía ni por ser Arturo un dios entre los hombres;
sino por esa caracterización clásica del protagonista, y ese
pequeño peldaño por encima de sus congéneres que le hace brillar
con luz propia. Parsifal, Lanzarote o Gawain también cuentan con su
propia leyenda, sus propios orígenes, sus propias características
que les separan del común de los mortales, aunque Arturo es el rey,
el portador de la legendaria Excálibur, y el que, al final, consigue
a esa damisela, esa mujer de extraordinaria belleza y grandiosas
cualidades, que a su vez resulta ser otra prima
inter pares.
Son retratadas otras damas de inconmensurable belleza, característica
principal de toda dama de leyenda, como Elaine o Ragnell; pero aun
con todo, ella seguirá siendo la más, la mejor, aquella destinada
al mejor, al único. Es por esto que la intervención de Lanzarote
resulta mucho más chocante e iconoclasta en esta pareja. Lanzarote
es el elemento mundano, es ese enlace tan particular con la realidad
y la imperfección de lo banal, lo terrenal, que, al tiempo de causar
la perdición de la amistad con su mejor amigo y del matrimonio de
este, provoca, como un castillo de naipes, el colapso de la completa
estructura de idealización y buenos valores sobre la que se cimenta
el organismo mismo de la mesa redonda, y el reinado de Arturo.
La
analogía más clara y cercana, la de la infidelidad incestuosa de
Arturo con su hermana, en que incluso llegase a concebir un bastardo,
puede ser interpretada como el comienzo del fin, como la semilla de
la discordia, o la grieta en la estructura moral de la organización
de los caballeros de la mesa redonda, y la estructura moral de todo
el ciclo en sí, tomando claramente como los buenos y morales los
valores cristianos occidentales y como los negativos y perniciosos
los procedentes de la herencia nórdico-celta; aunque, tras un breve
análisis, puede llegarse a la conclusión de que el auténtico punto
de incisión que provocará la caída moral de Arturo y sus
caballeros es nacido de algo mucho más perverso, un mal vírico,
capaz de desestabilizar el equilibrio entre bien y mal, moral e
inmoral, cristiano y pagano, y no viene de la personificación del
mal y la corrupción más evidentes, claro reflejo de esa oposición
contra la que el bien supremo debe combatir; sino del comienzo de la
debilidad y la inmoralidad venidas de una fuente humana, y no mágica.
El error humano, la debilidad de las pasiones y los sentimientos
humanos son la auténtica causa de la caída y posterior muerte tanto
de Arturo como de todo su legado; y no la magia y las argucias de su
hermana, o su usurpador hijo. La debilidad y las pasiones nacidas en
un punto tan cercano como la lealtad y la amistad del más leal de
los hombres, de los pares de Arturo, humanizado paulatinamente al
elegir el amor egoísta, a la leal infelicidad.
Este
contraste entre el mal de origen maligno y el mal de origen benigno,
puede verse también reflejado en la deshonestidad de la pasión
humana por parte de Elaine, cuando decide ataviarse mágicamente como
Ginebra para conseguir encamarse con Lanzarote y así librarse de su
encierro, al tiempo que se dejaba llevar por otra explosión casi
mágica de amor espontáneo y casual. En este caso, la mala decisión
trajo la mala consecuencia, el recurrir a remedios mágicos y
hechicería, que lleva al subsiguiente engaño y la deshonestidad,
reflejados en la tradición artúrica en una contraposición
verdad-mentira en que lo verdadero es lo sincero, lo que ataca de
frente y por tanto, lo valeroso y honesto; y lo falso son las
artimañas, los disfraces y las maldiciones, que engendran engaño,
traición y muerte. En este caso, la mentira engañó a Lanzarote que
no se dejó seducir por una mujer con quien no quería tener
relaciones por lealtad a su voto de celibato y a su verdadera amada,
sino que cayó en los brazos de su amante, cegado por el amor y la
magia. Elaine es, pues, para Lanzarote lo que Morgana es para Arturo,
elementos destructivos en sí, ese
mal al que debemos combatir.
Es solo en el caso de Ginebra, en que el amor, demostrando ser más
poderoso que la lealtad, la razón y el control humanos, abre una
pequeña brecha en el equilibrio de poder, que favorece la posterior
traición e intento de usurpación del trono de su padre por Mordred,
y la consecuente muerte de ambos en la batalla, dando fin a los
caballeros de la mesa redonda.
Las
acciones de Lanzarote desde el momento en que cae a los pies de
Ginebra, cuestionables o no, han sido siempre descritas como
consecuencia de su propio amor; no un amor irreal e idílico, sino un
amor tangible, un amor palpable, violento, pasional y poderoso, capaz
de llevar a un hombre a enfrentarse y asesinar a varios de los que
fueron sus mejores amigos, compañeros en armas y hermanos iguales a
él al servicio de su rey para lograr salvar a su amada de la
hoguera, condenada por traición. Y es que estas son las acciones,
esta es la capacidad del verdadero amor, el opuesto al caballeresco,
al mitológico y legendario; un amor incalificable e incuestionable,
un amor plenamente egoísta al que no se puede tachar de egoísmo, no
por conveniencia ni azar.
No
es sino hasta la muerte de Arturo, con la subsiguiente devolución de
Excálibur, pérdida de Cámelot, y retiro en soledad de Ginebra por
la pérdida de su marido, que Lanzarote no vuelve al sendero de la
rectitud, ya no guerrera sino asceta y monacal, apagado e inerte como
un cascarón vacío tras pasar por él la pasión del amor y el dolor
de la pérdida, aniquilando la divinidad y el heroísmo de que hacían
gala tanto él como los demás caballeros al comienzo de sus
aventuras, y depositándole suavemente en el terrenal y sucio suelo,
a la altura del resto de los mortales, apesadumbrado por la culpa, y
echando la vista atrás, como Adán tras ser expulsado del Edén por
caer en la tentación de la corpórea humanidad. Prueba es de ello su
último gesto como el hombre noble que fue en días en acto final de
redención, transportando el cuerpo de la mujer que amaba para ser
enterrada junto al de su marido y mejor amigo de este: el lugar donde
debe
estar.
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TRISTÁN E ISOLDA: EL AMOR EXCUSADO.
En
la leyenda de Tristán e Isolda, ateniéndonos a la versión más
popular, Tristán es presentado como un caballero al servicio de un
rey, un caballero en el que de nuevo se repiten las cualidades que se
le podían atribuir a Lanzarote o Perceval, que, por antojo de su
señor, siguiendo un designio del destino, debe ir a buscar a una
completa desconocida para poder desposarla. Isolda, por su parte,
comparte también todas las características de la princesa
arquetípica, su belleza, sus cabellos rubios, su tez pálida…
Durante el trayecto, vuelve a plantearse la situación típica en que
la magia resulta perjudicial para la honorable moral de los
protagonistas, bebiendo Tristán un filtro de amor por error que
debía ir dirigido al futuro esposo de Isolda, el Rey Marco, quedando
ambos perdidamente enamorados, y comenzando una relación al margen
del matrimonio de Isolda. Lo realmente importante sobre dicho filtro
sería que el amor que sienten, al ser artificial y mágico, en
definitiva, también les inhibe del sentimiento de responsabilidad y
culpa que debiera haberles atormentado dadas las circunstancias, por
lo que sufren, o disfrutan, de una relación amorosa totalmente
cargada de pasión irresponsable y extraconyugal.
El
concepto que aquí se baraja es interesante a la hora de contrastarlo
con la infidelidad más notoria dentro del ciclo artúrico: la de
Lanzarote con Ginebra, ya que, pese a su amor, su relación fue en
todo momento un pesar en sus conciencias, y el secretismo y la
traición fueron elementos clave que, en mayor o menor medida,
mancharon su amor y les impidieron disfrutar de la idealización de
ese mismo amor. El amor mágico que experimentan Tristán e Isolda,
por el contrario, aunque infiel, manejando el concepto de infidelidad
en estos términos como “verdadero amor”, al estar enfrentado al
amor por capricho de un rey y la imposibilidad de negarse a esa
relación; es un amor ideal, sincero y pasional como lo es el de
Lanzarote y Ginebra, aunque correcto, entendiendo en estos términos
lo “correcto” como la ausencia de responsabilidad y mala
conciencia por el incumplimiento de los preceptos morales
establecidos en la época, y más en las relaciones de los
caballeros. Sería el amor perfecto, si no fuese por la mala base de
la que parte, una base de engaño mágico similar a la de la fugaz
relación entre Lanzarote y Elaine, en la que vuelve a mostrarse la
magia como elemento de perdición, el mal moral que azota a los
inocentes enamorados. Esto plantea la duda de hasta qué punto
justifica el amor la acción de los personajes: ¿Fue Lanzarote
realmente desleal, o su amor justificaba su deslealtad? ¿Lo puede
todo el amor, está por encima de todo valor y todo paradigma moral,
de forma atemporal y sin tener en cuenta casta, posición social o
económica?
Tristán
no fue más que una víctima, al igual que Isolda, y sin embargo, su
amor era real, y más allá de toda duda, era más real que el que
podía haber sentido hacia su marido. Lo único que puede uno
plantear al respecto es: ¿Es Tristán un Lanzarote con el privilegio
de la amnistía?
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EREC Y ENID: EL AMOR DOMÉSTICO.
La
situación planteada en el caso de la relación entre Erec y Enid es
bastante particular cuando es vista desde la óptica de las
relaciones expuestas hasta ahora: Es una relación que comienza
cuando suelen terminar las demás, y que al término, continúa
poseyendo las características románticas que podían observarse al
principio. Erec y Enid se conocen por una razón totalmente ajena a
ellos, se comprometen por una promesa al padre de ella, y se
mantienen unidos mediante un amor relajado y pasivo. Entran en la
dinámica del matrimonio prácticamente al comienzo de la obra a la
que dan nombre, y permanecen fieles el uno junto al otro, disfrutando
de su compañía y de la sosegada tranquilidad de la vida en retiro,
tras abandonar Erec sus andanzas y aventuras como caballero, la que
podría ser la primera parte de su relación. La segunda comenzaría
cuando, tras comentarios y habladurías por parte de otros
caballeros, decide volver a su antiguo gran amor, esta vez acompañado
por el nuevo: volverá a la vida de caballero de mano de su amada
Enid, enfrentándose a todo tipo de criaturas y desafíos, y llegando
al término tras la muerte del padre de Erec, en que retornarán a su
tranquila vida como matrimonio feliz hasta el fin de sus días.
Se
presenta en este caso una imagen totalmente distinta de las
relaciones amorosas; restando importancia a la fogosa pasión del
noviazgo, la incertidumbre de la infidelidad, y la adoración de una
dama inalcanzable por parte de un caballero de leyendas; para
centrarse en una presentación amorosa cargada de cotidianidad y en
la que se muestra un elemento fundamental: la acción igualatoria
hacia ambos miembros de la relación al salir Erec junto a su esposa
Enid en busca de las aventuras propias de un caballero; lo que
convierte esta relación en particular en la menos cargada del
machismo de la época, y la única en la que el amor se empieza a
mostrar como algo enteramente recíproco, en lugar de como un proceso
de adoración y persecución por parte del hombre hacia la mujer.
Esto se ve reflejado también en la fidelidad entre ambos, que aunque
presente también en romances como el de Gawain y Ragnell, en este
caso denota la escasez de necesidad literaria de otorgar un papel
culpable o responsable a uno de los dos miembros, evitando así caer
en el tópico del amante arrastrando al amante hacia la perdición de
ambos.
La
representación del amor entre Erec y Enid puede concluirse como todo
aquello que las otras parejas hubiesen querido y deseado para sí:
una vida en la que poder compartir todo aquello que les es amado con
esa persona que les es amada, desde la apacible tranquilidad del
hogar, hasta la salvaje aventura, cargada de misterios y peligros,
criaturas fantásticas y caminos por recorrer. Erec y Enid son
aquella relación envidiable, en que solo importan ambos de una forma
sincera y equitativa, lejos de envidias, celos y discordia; y de
todos aquellos peligros que se ciernen sobre uno antes de poder ser
combatidos.
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PERCEVAL Y BLANCAFLOR: EL AMOR SACRIFICADO.
La
clásica historia, la última por hacer aparición: la del sacrificio
del amor. Sir Perceval se ve envuelto una situación en que demostrar
sus dotes de caballero y salvar a la damisela en apuros, Blancaflor.
En un principio, Sir Percival se nos presenta como un joven
caballero, cauto y callado, que ha dejado atrás a su madre y a su
maestro en busca de aventuras. Al encontrarse con el castillo de
Blancaflor, decide permanecer en silencio, prudente, hasta revelar al
fin únicamente que es caballero, ante lo cual, Blancaflor expone su
problema con unos malhechores que pretenden tomar sus tierras y
echarla de su castillo. Tras escuchar y finalmente enamorarse de
ella, Perceval decide actuar y expulsar a los invasores, obligándoles
a entregarse como prisioneros al Rey Arturo, y quedándose con su
amada hasta el día en que siente la llamada del deber por lo que
dejó atrás, y decide abandonar a su amor en pos de una vida como
caballero errante, para posteriormente encaminarse en la búsqueda
del Grial.
Esta
breve aunque intensa relación refleja la dualidad presente en la
vida de cualquier héroe de leyenda, de forma atemporal: amor o
deber. En algunos casos está bastante claro, ya que la obligación
de todo caballero viene antes de sus propios intereses. Si bien
Lanzarote o Erec no dudaron en elegir el amor ante la vida de
caballeros, ambos procuraron mantener el equilibrio entre ambos, de
forma más o menos acorde con sus principios; Perceval se muestra
como alguien que al final, no puede huir de su obligación hacia su
juramento. En el momento de partir, la incertidumbre puede inundarle,
puede no saber adónde dirigirse, ni con qué objetivo partir, pero,
de nuevo, como en el caso de Sir Gawain, la decisión más honesta y
de corazón, aun ante el desconocimiento de lo que está por venir,
acaba en este tipo de relatos por resultar en un provechoso devenir;
siendo el caso de Sir Perceval el que probablemente resulte más
provechoso de todos.
Como
en las demás relaciones, la felicidad parece venir con el amor solo
temporalmente; asociándose este sentimiento con un privilegio que
alguien que ha consagrado sus armas y su vida a una causa noble no
puede permitirse, y aunque tentando a la suerte, Sir Perceval, como
sus compañeros, fue uno más de los que no pudo sacrificar un
aspecto tan importante de su ser, de su existencia misma, aun a
sabiendas del sufrimiento que le causaría tener que dejarlo atrás.
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ANÁLISIS CONCLUSIVO.
Las
diferentes visiones del amor aquí resumidas no son más que
diferentes interpretaciones para una misma emoción; diferentes
situaciones en las que elementos externos como la moral, la lealtad,
la mentira o el dolor acaban debilitando o imposibilitando a los
usuarios, a los portadores de ese “germen del amor”,
reduciéndoles a lo más bajo según sus propias escalas morales, y
engrandeciéndolos en otro aspecto. El Rey más justo y fuerte pierde
el control de su propio reino; el caballero más leal y recto, se
desvía hasta convertirse en un embustero… Y sin embargo, toda
aquella felicidad y aquel buen juicio que parecían recibir de sus
valores y su estoicismo, no parecían siquiera volver a sus memorias
durante el periodo, breve o largo en que sus cabezas estuvieron
únicamente ocupadas por la imagen de la amada. De grandes héroes a
enfermos de amor, víctimas del corazón, oportunistas viscerales,
escurridizos infieles.
El
amor, al final, no es más que eso que nunca podrá situarse ni en el
buen bando, ni en el malo. No es blanco, ni negro. Contagia a los
malvados, y a los puros de corazón; y es por eso que el amor fue la
causa de las mayores pasiones de leyendas como los caballeros de la
mesa redonda, y también su perdición; es mucho más peligroso que
ese mal al que han de enfrentarse cada día, porque este no lo ven,
surge desde el interior, y echa raíces en el corazón de cualquiera.
-
BIBLIOGRAFÍA.
- Les
Manuscrits de Chrétien de Troyes, Volumen 1. Edición
por Keith Busby.
-
Fidelidad e infidelidad amorosa en la materia artúrica hispana. Mª
Luzdivina Cuesta, Universidad de León.
-
http://es.wikipedia.org
-
https://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero40/erecenid.html
Magnífico trabajo. ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarEstupenda composición ¡Felicidades!
ResponderEliminarExcelente y muy interesante trabajo.
ResponderEliminarNunca dejarás de asombrarme, hijo mío. Sigue así!
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